2013-03-14 L’Osservatore Romano
Las primeras palabras del sucesor de Pedro, el primero de los
apóstoles, han sido una respuesta, necesaria para aceptar la elección en
cónclave como Romano Pontífice. En ese momento ha concluido la sede
vacante, período que, en el corazón del medioevo, Pier Damiani describe
incluso como momento de terror: en cualquier caso tiempo oportuno (kairòs,
en el griego neotestamentario) durante el cual desde siempre la
Iglesia tiene la valentía de volver a ponerse en juego. Ahora con la
ayuda también de la oración escondida de Benedicto XVI.
He aquí explicado el anuncio de la “gran alegría” (gaudium magnum),
en uso al menos desde finales del siglo XV y que repite el del ángel a
los pastores en torno a Belén, iluminando con palabras enraizadas en la
esperanza evangélica el devenir histórico de las sucesiones papales. En
los textos cristianos más antiguos la vicisitud de Pedro se abre en el
primer encuentro con Jesús al comienzo del evangelio de Juan, mientras
que la conclusión del mismo evangelio alude al testimonio extremo del
primero de los apóstoles.
El pescador de Betsaida no dice nada a Jesús, que parece reconocerle
(“tú eres Simón, el hijo de Juan; te llamarás Cefas, que quiere decir
Pedro”), pero le responde tres veces en el último y conmovedor diálogo,
reequilibrando así la triple negación: “Señor, tú lo sabes todo; tú
sabes que te amo”.
En la respuesta de Pedro se contiene el destino de sus sucesores,
hombres elegidos por hombres, pero sostenidos por la misericordia
descrita precisamente por el apóstol en el llamado concilio de
Jerusalén: “Nosotros creemos que nos salvamos por la gracia del Señor
Jesús”. Y la respuesta de Pedro es la misma que hoy, aceptando la
elección, ha repetido el nuevo Papa.
g.m.v.
No hay comentarios:
Publicar un comentario