lunes, 29 de octubre de 2012

Benedicto XVI clausura el Sínodo sobre la Nueva Evangelización

28 de octubre, 2012. (Romereports.com) Benedicto XVI clausuró el sínodo sobre la nueva evangelización con una misa en la Basílica de San Pedro en la que participaron los padres sinodales. Durante la homilia el Papa estableció algunas líneas guía para afrontar la nueva evangelización.

Benedicto XVI clausura el Sínodo sobre la Nueva Evangelización

28 de octubre, 2012. (Romereports.com) Benedicto XVI clausuró el sínodo sobre la nueva evangelización con una misa en la Basílica de San Pedro en la que participaron los padres sinodales. Durante la homilia el Papa estableció algunas líneas guía para afrontar la nueva evangelización.

Universidad Gregoriana prepara a los Misioneros para el siglo XXI

28 de octubre, 2012. (Romereports.com) ¿Cómo ser misionero en el siglo XXI? Dos departamentos en la Pontificia Universidad Gregoriana tratan de responder a las inquietudes de quienes se dedican a las misiones y prepararlos profesionalmente.

ILARIA MORALI
Directora, Dpto. de Misiología Pontificia Universidad Gregoriana
“La tarea de anunciar el Evangelio es para todos los bautizados y está en la vocación cristiana, independientemente del estado o de la elección de vida de cada uno”.

La Nueva Evangelización no puede ser improvisada y requiere de una formación específica. No basta con las buenas intenciones.

ILARIA MORALI
Directora, Dpto. de Misiología Pontificia Universidad Gregoriana
“Nuestra Facultad ofrece una formación a religiosos, laicos y sacerdotes que quieran prepararse para los desafíos de anunciar el Evangelio y también para la Nueva Evangelización”.

Las nuevas asignaturas son: Missio ad gentes y Nueva Evagelización que abordan los retos más importantes de la Misiología y de la Teología de las religiones. Aportan respuestas a cuestiones como el modo de hablar de Dios a quien se declara ateo.

P. BRYAN LOBO
Director, Departamento Teología de las religiones
“Miro en mi interior, pienso en mi salvación, en cómo vivo como cristiano, viviendo los valores de Cristo. Yo me convierto así en modelo para lo demás. La Madre Teresa de Calcuta nunca forzó a la gente a la conversión, al bautismo, ella sólo vivía como cristiana”.

También enseñan la forma de acercarse a los que nunca han oído hablar de Jesús, que comienza por el respeto hacia todas las personas. La Facultad de Misiología cumple 80 años y esta año cuenta con 100 estudiantes.
http://www.romereports.com/palio/modules.php?name=AvantGoe&file=print&sid=8106

sábado, 27 de octubre de 2012

MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS



SÍNODO DE LOS OBISPOS
XIII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE CRISTIANA

MENSAJE AL PUEBLO DE DIOS

Hermanos y hermanas:
Gracia a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1, 7). Obispos de todo el mundo, invitados por el Obispo de Roma, el Papa Benedicto XVI, nos hemos reunido para reflexionar juntos sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” y, antes de volver a nuestras Iglesias particulares, queremos dirigirnos a todos vosotros, para animar y orientar el servicio al Evangelio en los diversos contextos en los que estamos llamados a dar hoy testimonio.

1. Como la samaritana en el pozo
Nos dejamos iluminar por una página del Evangelio: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42). No hay hombre o mujer que en su vida, como la mujer de Samaría, no se encuentre junto a un pozo con una vasija vacía, con la esperanza de saciar el deseo más profundo del corazón, aquel que sólo puede dar significado pleno a la existencia. Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es urgente orientar bien la búsqueda, para no caer en desilusiones que pueden ser ruinosas.
Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo él es el agua que da la vida verdadera y eterna. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo del corazón y desvelarnos nuestra verdad: “Me ha dicho todo lo que he hecho”, cuenta la mujer a sus vecinos. Esta palabra de anuncio – a la que se une la pregunta que abre a la fe: “¿Será Él el Cristo?” – muestra que quien ha recibido la vida nueva del encuentro con Jesús, a su vez no puede hacer menos que convertirse en anunciador de verdad y esperanza para con los demás. La pecadora convertida se convierte en mensajera de salvación y conduce a toda la ciudad hacia Jesús. De la acogida del testimonio la gente pasará después a la experiencia directa del encuentro: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo”.

2. Una nueva evangelización
Conducir a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo hacia Jesús, al encuentro con Él, es una urgencia que aparece en todas las regiones, tanto las de antigua como las de reciente evangelización. En todos los lugares se siente la necesidad de reavivar una fe que corre el riesgo de apagarse en contextos culturales que obstaculizan su enraizamiento personal, su presencia social, la claridad de sus contenidos y sus frutos coherentes.
No se trata de comenzar todo de nuevo, sino – con el ánimo apostólico de Pablo, el cual afirma: “¡Ay de mí si non anuncio el Evangelio!” (1 Cor 9,16) – de insertarse en el largo camino de proclamación del Evangelio que, desde los primeros siglos de la era cristiana hasta el presente, ha recorrido la historia y ha edificado comunidades de creyentes por toda la tierra. Por pequeñas o grandes que sean, éstas con el fruto de la entrega de tantos misioneros y de no pocos mártires, de generaciones de testigos de Jesús, de los cuales guardamos una memoria agradecida.
Los cambios sociales y culturales nos llaman, sin embargo, a algo nuevo: a vivir de un modo renovado nuestra experiencia comunitaria de fe y el anuncio, mediante una evangelización “nueva en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones” (Juan Pablo II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM, Port-au-Prince 9 marzo 1983, n. 3) como dijo Juan Pablo II. Una evangelización dirigida, como nos ha recordado Benedicto XVI, “principalmente a las personas que, habiendo recibido el bautismo, se han alejado de la Iglesia y viven sin referencia alguna a la vida cristiana [...], para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el unico que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que lleva consigo alegría y esperanza para la vida personal, familiar y social” (Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la solemne inauguración de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Roma 7 octubre 2012).

3. El encuentro personal con Jesucristo en la Iglesia
Antes de entrar en la cuestión sobre la forma que debe adoptar esta nueva evangelización, sentimos la exigencia de deciros, con profunda convicción, que la fe se decide, sobre todo, en la relación que establecemos con la persona de Jesús, que sale a nuestro encuentro. La obra de la nueva evangelización consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente, no pocas veces distraídos y confusos, de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y, sobre todo a nosotros mismos, la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Os invitamos a todos a contemplar el rostro del Señor Jesucristo, a entrar en el misterio de su existencia, entregada por nosotros hasta la cruz, derramada como don del Padre por su resurrección de entre los muertos y comunicada a nosotros mediante el Espíritu. En la persona de Jesús se revela el misterio de amor de Dios Padre por la entera familia humana. Él no ha querido dejarla a la deriva de su imposible autonomía, sino que la ha unido a si mismo por medio de una renovada alianza de amor.
La Iglesia es el espacio ofrecido por Cristo en la historia para poderlo encontrar, porque Él le ha entregado su Palabra, el bautismo que nos hace hijos de Dios, su Cuerpo y su Sangre, la gracia del perdón del pecado, sobre todo en el sacramento de la Reconciliación, la experiencia de una comunión que es reflejo mismo del misterio de la Santísima Trinidad y la fuerza del Espíritu que nos mueve a la caridad hacia los demás.
Hemos de constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión que, con la fuerza ardiente del amor, -“Mirad como se aman” (Tertulliano, Apologetico, 39, 7) – atraigan la mirada desencantada de la humanidad contemporánea. La belleza de la fe debe resplandecer, en particular, en la sagrada liturgia, sobre todo en la Eucaristía dominical. Justo en las celebraciones litúrgicas la Iglesia muestra su rostro de obra de Dios y hace visible, en las palabras y en los gestos, el significado del Evangelio.
Es nuestra tarea hoy el hacer accesible esta experiencia de Iglesia y multiplicar, por tanto, los pozos a los cuales invitar a los hombres y mujeres sedientos y posibilitar su encuentro con Jesús, ofrecer oasis en los desiertos de la vida. De esto son responsables las comunidades cristianas y, en ellas, cada discípulo del Señor. Cada uno debe dar un testimonio insustituible para que el Evangelio pueda cruzarse con la existencia de tantas personas. Por eso, se nos exige la santidad de vida.

4. Las ocasiones del encuentro con Jesús y la escucha de la Escritura
Algunos preguntarán cómo llevar a cabo todo esto. No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el Evangelio fuera un producto a poner en el mercado de las religiones sino descubrir los modos mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las personas se han acercado a Él y por Él se han sentido llamadas y adaptarlos a las condiciones de nuestro tiempo.
Recordamos, por ejemplo, cómo Pedro, Andrés, Santiago y Juan han sido llamados por Jesús en el contexto de su trabajo, cómo Zaqueo ha podido pasar de la simple curiosidad al calor de la mesa compartida con el Maestro, cómo el centurión pide la intervención del Señor ante la enfermedad de una persona cercana, como el ciego de nacimiento lo ha invocado como liberador de su propia marginación, como Marta y María han visto recompensada su hospitalidad con su propia presencia. Podemos continuar aún recorriendo las páginas de los Evangelios y encontrando tantos y tantos modos en los que la vida de las personas se ha abierto, desde diversas condiciones, a la presencia de Cristo. Y lo mismo podemos hacer con todo lo que la Escritura nos dice de la experiencia misionera de los apóstoles en la Iglesia naciente.
La lectura frecuente de la Sagrada Escritura, iluminada por la Tradición de la Iglesia que nos la entrega y la interpreta auténticamente, no sólo es un paso obligado para conocer el contenido mismo del Evangelio, esto es, la persona de Jesús en el contexto de la historia de la salvación, sino que, además, nos ayuda a hallar espacios nuevos de encuentro con Él, nuevas formas de acción verdaderamente evangélicas, enraizadas en las dimensiones fundamentales de la vida humana: la familia, el trabajo, la amistad, la pobreza y las pruebas de la vida, etc.

5. Evangelizarnos a nosotros mismos y disponernos a la conversión
Queremos resaltar que la nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros mismos. En estos días, muchos obispos nos han recordado que, para poder evangelizar el mundo, la Iglesia debe, ante todo, ponerse a la escucha de la Palabra. La invitación a evangelizar se traduce en una llamada a la conversión.
Sentimos sinceramente el deber de convertirnos a la potencia de Cristo, que es capaz de hacer todas las cosas nuevas, sobre todo nuestras pobres personas. Hemos de reconocer con humildad que la miseria, las debilidades de los discípulos de Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad de la misión. Somos plenamente conscientes, nosotros los Obispos los primeros, de no poder estar nunca a la altura de la llamada del Señor y del Evangelio que nos ha entregado para su anuncio a las gentes. Sabemos que hemos reconocer humildemente nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de reconocer nuestros pecados personales. Estamos, además, convencidos de que la fuerza del Espíritu del Señor puede renovar su Iglesia y hacerla de nuevo esplendorosa si nos dejamos transformar por Él. Lo muestra la vida de los santos, cuya memoria y el relato de sus vidas son instrumentos privilegiados de la nueva evangelización.
Si esta renovación fuese confiada a nuestras fuerzas, habría serios motivos de duda, pero en la Iglesia la conversión y la evangelización no tienen como primeros actores a nosotros, pobres hombres, sino al mismo Espíritu del Señor. Aquí está nuestra fuerza y nuestra certeza, que el mal no tendrá jamás la última palabra, ni en la Iglesia ni en la historia: “No se turbe vuestro corazón y no tengáis miedo” (Jn 14, 27), ha dicho Jesús a sus discípulos.
La tarea de la nueva evangelización descansa sobre esta serena certeza. Nosotros confiamos en la inspiración y en la fuerza del Espíritu, que nos enseñará lo que debemos decir y lo que debemos hacer, aún en las circunstancias más difíciles. Es nuestro deber, por eso, vencer el miedo con la fe, el cansancio con la esperanza, la indiferencia con el amor.

6. Reconocer en el mundo de hoy nuevas oportunidades de evangelización
Este sereno coraje sostiene también nuestra mirada sobre el mundo contemporáneo. No nos sentimos atemorizados por las condiciones del tiempo en que vivimos. Nuestro mundo está lleno de contradicciones y de desafíos, pero sigue siendo creación de Dios, y aunque herido por el mal, siempre es objeto de su amor y terreno suyo, en el que puede ser resembrada la semilla de la Palabra para que vuelva a dar fruto.
No hay lugar para el pesimismo en las mentes y en los corazones de aquellos que saben que su Señor ha vencido a la muerte y que su Espíritu actúa con fuerza en la historia. Con humildad, pero también con decisión – aquella que viene de la certeza de que la verdad siempre vence – nos acercamos a este mundo y queremos ver en él una invitación de Dios a ser testigos de su nombre. Nuestra Iglesia está viva y afronta los desafíos de la historia con la fortaleza de la fe y del testimonio de tantos hijos suyos.
Sabemos que en el mundo debemos afrontar una dura lucha contra “los Principados y las Potencias” y “los espíritus del mal” (Ef 6,12). No ocultamos los problemas que tales desafíos suponen, pero no nos atemorizan. Esto lo señalamos especialmente ante los fenómenos de globalización, que deben ser para nosotros oportunidad para extender la presencia del Evangelio. También las migraciones – aún con el peso del sufrimiento que conllevan, y con las que queremos estar sinceramente cercanos, con la acogida propia de los hermanos – son ocasiones, como ha sucedido en el pasado, de difusión de la fe y de comunión en todas sus formas. La secularización y la crisis del primado de la política y del Estado piden a la Iglesia repensar su propia presencia en la sociedad, sin renunciar a ella. Las muchas y siempre nuevas formas de pobreza abren espacios inéditos al servicio de la caridad: la proclamación del Evangelio compromete a la Iglesia a estar al lado de los pobres y compartir con ellos sus sufrimientos, como lo hacía Jesús. También en las formas más ásperas de ateísmo y agnosticismo podemos reconocer, aún en modos contradictorios, no un vacío, sino una nostalgia, una espera que requiere una respuesta adecuada.
Frente a los interrogantes que las culturas dominantes plantean a la fe y a la Iglesia, renovamos nuestra fe en el Señor, ciertos de que también en estos contextos el Evangelio es portador de luz y capaz de sanar la debilidad del hombre. No somos nosotros quienes para conducir la obra de la evangelización, sino Dios. Como nos ha recordado el Papa: “La primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo introduciéndonos en esta iniciativa divina, sólo implorando esta iniciativa divina, podemos nosotros también llegar a ser –con él y en él- evangelizadores” (Benedicto XVI, Meditación de la primera congregación general de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Roma 8 octubre 2012).

7. Evangelización, familia y vida consagrada
Desde la primera evangelización la transmisión de la fe, en el transcurso de las generaciones, ha encontrado un lugar natural en la familia. En ella – con un rol muy significativo desarrollado por las mujeres, sin que con esto queramos disminuir la figura paterna y su responsabilidad – los signos de la fe, la comunicación de las primeras verdades, la educación en la oración, el testimonio de los frutos del amor, han sido infundidos en la vida de los niños y adolescentes en el contexto del cuidado que toda familia reserva al crecimiento de sus pequeños. A pesar de la diversidad de las situaciones geográficas, culturales y sociales, todos los obispos del Sínodo han confirmado este papel esencial de la familia en la transmisión de la fe. No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa.
No escondemos el hecho de que hoy la familia, que se constituye con el matrimonio de un hombre y una mujer que los hace “una sola carne” (Mt 19,6) abierta a la vida, está atravesada por todas partes por factores de crisis, rodeada de modelos de vida que la penalizan, olvidada de las políticas de la sociedad, de la cual es célula fundamental, no siempre respetada en sus ritmos ni sostenida en sus esfuerzos por las propias comunidades eclesiales. Precisamente por esto, nos vemos impulsados a afirmar que tenemos que desarrollar un especial cuidado por la familia y por su misión en la sociedad y en la Iglesia, creando itinerarios específicos de acompañamiento antes y después del matrimonio.en las formas más penosas de atey son un signo de esta fuente de vida plena para los hombres en la sociedad. Las muchas y siempr Queremos expresar nuestra gratitud a tantos esposos y familias cristianas que con su testimonio continúan mostrando al mundo una experiencia de comunión y de servicio que es semilla de una sociedad más fraterna y pacífica.
Nuestra reflexión se ha dirigido también a las situaciones familiares y de convivencia en las que no se muestra la imagen de unidad y de amor para toda la vida que el Señor nos ha enseñado. Hay parejas que conviven sin el vínculo sacramental del matrimonio; se extienden situaciones familiares irregulares construidas sobre el fracaso de matrimonios anteriores: acontecimientos dolorosos que repercuten incluso sobre la educación en la fe de los hijos. A todos ellos les queremos decir que el amor de Dios no abandona a nadie, que la Iglesia los ama y es una casa acogedora con todos, que siguen siendo miembros de la Iglesia, aunque no pueden recibir la absolución sacramental ni la Eucaristía. Que las comunidades católicas estén abiertas a acompañar a cuantos viven estas situaciones y favorezcan caminos de conversión y de reconciliación.
La vida familiar es el primer lugar en el cual el Evangelio se encuentra con la vida ordinaria y muestra su capacidad de transformar las condiciones fundamentales de la existencia en el horizonte del amor. Pero no menos importante es, para el testimonio de la Iglesia, mostrar como esta vida en el tiempo se abre a una plenitud que va más allá de la historia de los hombres y que conduce a la comunión eterna con Dios. Jesús no se presenta a la mujer samaritana simplemente como aquel que da la vida sino como el que da la “vida eterna” (Jn 4, 14). El don de Dios que la fe hace presente, no es simplemente la promesa de unas mejores condiciones de vida en este mundo, sino el anuncio de que el sentido último de nuestra vida va más allá de este mundo y se encuentra en aquella comunión plena con Dios que esperamos en el final de los tiempos.
De este sentido de la vida humana más allá de lo terrenal son particulares testigos en la Iglesia y en el mundo cuantos el Señor ha llamado a la vida consagrada, una vida que, precisamente porque está dedicada totalmente a él, en el ejercicio de la pobreza, la castidad y la obediencia, es el signo de un mundo futuro que relativiza cualquier bien de este mundo. Que de la Asamblea del Sínodo de los Obispos llegue a estos hermanos y hermanas nuestros la gratitud por su fidelidad a la llamada del Señor y por la contribución que han hecho y hacen a la misión de la Iglesia, la exhortación a la esperanza en situaciones nada fáciles para ellos en estos tiempos de cambio y la invitación a reafirmarse como testigos y promotores de nueva evangelización en los varios ámbitos de la vida en que los carismas de cada instituto los sitúa.

8. La comunidad eclesial y los diversos agentes de la evangelización
La obra de la evangelización no es labor exclusiva de alguien en la Iglesia sino del conjunto de las comunidades eclesiales, donde se tiene acceso a la plenitud de los instumentos del encuentro con Jesús: la Palabra, los sacramentos, la comunión fraterna, el servicio de la caridad, la misión.
En esta perspectiva emerge sobre todo el papel de la parroquia como presencia de la Iglesia en el territorio en el que viven los hombres, “fuente de la villa”, como le gustaba llamarla a Juan XXIII, en la que todos pueden beber encontrando la frescura del Evangelio. Su función permanece imprescindible, aunque las condiciones particulares pueden requerir una articulación en pequeñas comunidades o vínculos de colaboración en contextos más amplios. Sentimos, ahora, el deber de exhortar a nuestras parroquias a unir a la tradicional cura pastoral del Pueblo de Dios las nuevas formas de misión que requiere la nueva evangelización. Éstas, deben alcanzar también a las variadas formas de piedad popular.
En la parroquia continúa siendo decisivo el ministerio del sacerdote, padre y pastor de su pueblo. A todos los presbíteros, los obispos de esta Asamblea sinodal expresan gratitud y cercanía fraterna por su no fácil tarea y les invitamos a unirse cada vez más al presbiterio diocesano, a una vida espiritual cada vez más intensa y a una formación permanente que los haga capaces de afrontar los cambios sociales.
Junto a los sacerdotes reconocemos la presencia de los diáconos así como la acción pastoral de los catequistas y de tantas figuras ministeriales y de animación en el campo del anuncio y de la catequesis, de la vida litúrgica, del servicio caritativo, así como las diversas formas de participación y de corresponsabilidad de parte de los fieles, hombres y mujeres, cuya dedicación en los diversos servicios de nuestras comunidades no será nunca suficientemente reconocida. También a todos ellos les pedimos que orienten su presencia y su servicio en la Iglesia en la óptica de la nueva evangelización, cuidando su propia formación humana y cristiana, el conocimiento de la fe y la sensibilidad a los fenómenos culturales actuales.
Mirando a los laicos, una palabra específica se dirige a las varias formas de asociación, antiguas y nuevas, junto con los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. Todas ellas son expresiones de la riqueza de los dones que el Espíritu entrega a la Iglesia. También a estas formas de vida y compromiso en la Iglesia expresamos nuestra gratitud, exhortándoles a la fidelidad al propio carisma y a la plena comunión eclesial, de modo especial en el ámbito de las Iglesias particulares.
Dar testimonio del Evangelio nos es privilegio exclusivo de nadie. Reconocemos con gozo la presencia de tantos hombres y mujeres que con su vida son signos del Evangelio en medio del mundo. Lo reconocemos también en tantos de nuestros hermanos y hermanas cristianos con los cuales la unidad no es todavía perfecta, aunque han sido marcados con el bautismo del Señor y son sus anunciadores. En estos días nos ha conmovido la experiencia de escuchar las voces de tantos responsables de Iglesias y Comunidades eclesiales que nos han dado testimonio de su sed de Cristo y de su dedicación al anuncio del Evangelio, convencidos también ellos de que el mundo tiene necesidad de una nueva evangelización. Estamos agradecidos al Señor por esta unidad en la exigencia de la misión.

9. Para que los jóvenes puedan encontrarse con Cristo
Nos sentimos cercanos a los jóvenes de un modo muy especial, porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia. La mirada de los obispos hacia ellos es todo menos pesimista. Preocupada, sí, pero no pesimista. Preocupada porque justo sobre ellos vienen a confluir los embates más agresivos de estos tiempos; no pesimista, sin embargo, sobre todo porque, lo resaltamos, el amor de Cristo es quien mueve los profundo de la historia y además, porque descubrimos en nuestros jóvenes aspiraciones profundas de autenticidad, de verdad, de libertad, de generosidad, de las cuales estamos convencidos que sólo Cristo puede ser respuesta capaz de saciarlos.
Queremos ayudarles en su búsqueda e invitamos a nuestras comunidades a que, sin reservas, entren en una dinámica de escucha, de diálogo y de propuestas valientes ante la difícil condición juvenil. Para aprovechar y no apagar, la potencia de su entusiasmo. Y para sostener en su favor la justa batalla contra los lugares comunes y las especulaciones interesadas de las fuerzas de este mundo, esforzadas en disipar sus energías y a agotarlas en su propio interés, suprimiendo en ellos cualquier memoria agradecida por el pasado y cualquier planteamiento serio por el futuro.
La nueva evangelización tiene un campo particularmente árduo pero al mismo tiempo apasionante en el mundo de los jóvenes, como muestran no pocas experiencias, desde las más multitudinarias como las Jornadas Mundiales de la Juventud, a aquellas más escondidas pero no menos importantes, como las numerosas y diversas experiencias de espiritualidad, servicio y misión. A los jóvenes les reconocemos un rol activo en la obra de la evangelización, sobre todo en su ambientes.

10. El Evangelio en diálogo con la cultura y la experiencia humana y con las religiones
La nueva evangelización tiene su centro en Cristo y en la atención a la persona humana, para hacer posible el encuentro con él. Pero su horizonte es más ancho en cuanto al mundo y no se cierra a ninguna experiencia del hombre. Eso significa que ella cultiva, con particular atención, el diálogo con las culturas, con la confianza de poder encontrar en todas ellas las “semillas del Verbo” de las que hablaban los Santos Padres. En particular, la nueva evangelización tiene necesidad de una renovada alianza entre fe y razón, con la convicción de que la fe tiene recursos suficientes para acoger los frutos de una sana razón abierta a la trascendencia y tiene, al mismo tiempo, la fuerza de sanar los límites y las contradicciones en las que la razón puede tropezar. La fe no deja de contemplar los lacerantes interrogantes que supone la presencia del mal en la vida y la historia de los hombres, encontrando la luz de su esperanza en la Pascua de Cristo.
El encuentro entre fe y razón nutre el esfuerzo de la comunidad cristiana en el mundo de la educación y la cultura. Un lugar especial en este campo lo ocupan las instituciones educativas y de investigación: escuelas y universidades. Donde se desarrolla el conocimiento sobre el hombre y se da una acción educativa, la Iglesia se ve impulsada a testimoniar su propia experiencia y a contribuir a una formación integral de la persona. En este ámbito merecen una atención especial las escuelas y universidades católicas, en las que la apertura a la trascendencia, propia de todo itinerario cultural sincero y educativo, debe completarse con caminos de encuentro con la persona de Jesucristo y de su Iglesia. Vaya la gratitud de los obispos a todos los que, en condiciones muchas veces difíciles, desempeñan esta tarea.
La evangelización exige que se preste gran atención al mundo de la comunicaciones sociales, que son un camino, especialmente en el caso de los nuevos medios, en el que se cruzan tantas vidas, tantos interrogantes y tantas expectativas. Son el lugar donde en muchas ocasiones se forman las conciencias y se muestran los hechos de la propia vida y deben ser una oportunidad nueva para llegar al corazón de los hombres.
Un particular ámbito de encuentro entre fe y razón se da hoy en el diálogo con el conocimiento científico. Éste, por otro lado, no se encuentra lejos de la fe, siendo manifestación de aquel principio espiritual que Dios ha puesto en sus criaturas y que les permite comprender las estructuras racionales que se encuentran en la base de la creación. Cuando la ciencia y la técnica no presumen de encerrar la concepción del hombre y del mundo en un árido materialismo se convierten, entonces, en un precioso aliado para el desarrollo de la humanización de la vida. También a los responsables de esta delicada tarea se dirige nuestro agradecimiento.
Queremos, además, agradecer su esfuerzo a los hombres y mujeres que se dedican a otra expresión del genio humano: el arte en sus varias formas, desde las más antiguas a las más recientes. En sus obras, en cuanto tienden a dar forma a la tensión del hombre hacia la belleza, reconocemos un modo particularmente significativo de expresión de la espiritualidad. Estamos especialmente agradecidos cuando sus bellas creaciones nos ayudan a hacer evidente la belleza del rostro de Dios y de sus criaturas. La vía de la belleza es un camino particularmente eficaz de la nueva evangelización.
Más allá del arte, toda obra del hombre es un espacio en el que, mediante el trabajo, él se hace cooperador de la creación divina. Al mundo de la economía y del trabajo queremos recordar como de la luz del Evangelio surgen algunas llamadas urgentes: liberar el trabajo de aquellas condiciones que no pocas veces lo transforman en un peso insoportable con una perspectiva incierta, amenazada por el desempleo, especialmente entre los jóvenes, poner a la persona humana en el centro del desarrollo económico y pensar este mismo desarrollo como una ocasión de crecimiento de la humanidad en justicia y unidad. El hombre, a través del trabajo con el que transforma el mundo, está llamado a salvaguardar el rostro que Dios ha querido dar a su creación, también por responsabilidad hacia las generaciones venideras.
El Evangelio ilumina también las situaciones de sufrimiento en la enfermedad. En ellas, los cristianos están llamados a mostrar la cercanía de la Iglesia para con los enfermos y discapacitados y con los que con profesionalidad y humanidad trabajan por su salud.
Un ámbito en el que la luz de Evangelio puede y debe iluminar los pasos de la humanidad es el de la vida política, a la cual se le pide un compromiso de cuidado desinteresado y transparente por el bien común, desde el respeto total a la dignidad de la persona humana desde su concepción hasta su fin natural, de la familia fundada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, de la libertad educativa, en la promoción de la libertad religiosa, en la eliminación de las injusticias, las desigualdades, las discriminaciones, la violencia, el racismo, el hambre y la guerra. A los políticos cristianos que viven el precepto de la caridad se les pide un testimonio claro y transparente en el ejercicio de sus responsabilidades.
El diálogo de la Iglesia tiene su natural destinatario, también, en las otras religiones. Si evangelizamos es porque estamos convencidos de la verdad de Cristo, y no porque estemos contra nadie. El Evangelio de Jesús es paz y alegría y sus discípulos se alegran de reconocer cuanto de bueno y verdadero el espíritu religioso humano ha sabido descubrir en el mundo creado por Dios y ha expresado en las diferentes religiones.
El diálogo entre las religiones quiere ser una contribución a la paz, rechaza todo fundamentalismo y denuncia cualquier violencia que se produce contra los creyentes y las graves violaciones de los derechos humanos. Las Iglesias de todo el mundo son cercanas desde la oración y la fraternidad a los hermanos que sufren y piden a quienes tienen en sus manos los destinos de los pueblos que salvaguarden el derecho de todos a la libre elección, confesión y testimonio de la propia fe.

11. En el Año de la fe, la memoria del Concilio Vaticano II y la referencia al Catecismo de la Iglesia Católica
En el camino abierto por la nueva evangelización podremos sentirnos a veces como en un desierto, en medio de peligros y privados de referencias. El Santo Padre Benedicto XVI, en la homilía de la Misa de apertura del Año de la fe, ha hablado de una “«desertificación» espiritual” que ha avanzado en estos últimos decenios, pero él mismo nos ha dado fuerza afirmando que “a partir de esta experiencia de desierto, de este vacío, podemos nuevamente descubrir la alegría del creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se descubre el valor de aquello que es esencial para vivir” (Benedicto XVI, Homilía en la celebración eucarística para la apertura del Año de la fe, Roma 11 octubre 2012). En el desierto, como la mujer la samaritana, se va en busca de agua y de un pozo del que sacarla: ¡dichoso el que en él encuentra a Cristo!
Agradecemos al Santo Padre por el don del Año de la fe, preciosa entrada en el itinerario de la nueva evangelización. Le damos las gracias también por haber unido este Año a la memoria gozosa por los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II, cuyo magisterio fundamental para nuestro tiempo se refleja en el Catecismo de la Iglesia Católica, repropuesto, a los veinte años de su publicación, como referencia segura de la fe. Son aniversarios importantes que nos permiten resaltar nuestra plena adhesión a las enseñanzas del Concilio y nuestro convencido esfuerzo en continuar su puesta en marcha.

12. Contemplando el misterio y cercanos a los pobres
En esta óptica queremos indicar a todos los fieles dos expresiones de la vida de la fe que nos parecen de especial relevancia para incluirlas en la nueva evangelización.
El primero está constituído por el don y la experiencia de la contemplación. Sólo desde una mirada adorante al misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo desde la profundidad de un silencio que se pone como seno que acoge la única Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo. Sólo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden.
Vuelve de nuevo a nuestros labios la palabra de agradecimiento, ahora dirigida a cuantos, hombres y mujeres, dedican su vida, en los monasterios y conventos, a la oración contemplativa. Necesitamos que momentos de contemplación se entrecrucen con la vida ordinaria de la gente. Lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios; santuarios interiores y templos de piedra que son cruce obligado por el flujo de experiencias que en ellos se suceden y en los cuales todos podemos sentirnos acogidos, incluso aquellos que no saben todavía lo que buscan.
El otro símbolo de autenticidad de la nueva evangelización tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde del camino de la vida no es sólo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de Cristo: “Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo.
El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres. Por eso es necesaria la introducción de la doctrina social de la Iglesia en los itinerarios de la nueva evangelización y cuidar la formación de los cristianos que trabajan al servicio de la convivencia humana desde la vida social y política.

13. Una palabra a las Iglesias de las diversas regiones del mundo
La mirada de los obispos reunidos en Asamblea sinodal abraza a todas las comunidades eclesiales presentes en todo el mundo. Una mirada de unidad, porque única es la llamada al encuentro con Cristo, pero sin olvidar la diversidad.
Una consideración particular, llena de afecto y gratitud, reservamos los obispos reunidos en el Sínodo a vosotros, cristianos de las Iglesias Orientales Católicas, herederos de la primera difusión del Evangelio, experiencia custodiada por vosotros con amor y fidelidad y a vosotros, cristianos presentes en el Este de Europa. Hoy el Evangelio se os repropone como nueva evangelización a través de la vida litúrgica, la catequesis, la oración familiar diaria, el ayuno, la solidaridad entre las familias, la participación de los laicos en la vida de la comunidad y al diálogo con la sociedad. En no pocos lugares vuestras Iglesias son sometidas a prueba y tribulaciones que dan testimonio de vuestra participación en la cruz de Cristo; algunos fieles están obligados a emigrar y, manteniendo viva la pertenencia a sus propias comunidades de origen, pueden contribuir a la tarea pastoral y a la obra de la evangelización en los países de acogida. El Señor continúe a bendecir vuestra fidelidad y que sobre vuestro futuro brillen horizontes de firme confesión y práctica de la fe en condiciones de paz y de libertad religiosa.
Nos dirigimos a vosotros, hombres y mujeres, que vivís en los países de África y resaltamos nuestra gratitud por el testimonio que ofrecéis del Evangelio muchas veces en situaciones humanas muy difíciles. Os exhortamos a relanzar la evangelización recibida en tiempos aún recientes, a edificaros como Iglesia “familia de Dios”, a reforzar la identidad de la familia y a sostener la labor de los sacerdotes y catequistas, especialmente en las pequeñas comunidades cristianas. Afirmamos, por otra parte, la exigencia de desarrollar el encuentro del Evangelio con las antiguas y nuevas culturas. Dirigimos una llamada de atención al mundo de la política y a los gobiernos de los diversos países africanos para que, con la colaboración de todos los hombres de buena voluntad, se promuevan los derechos humanos fundamentales y el continente sea liberados de la violencia y los conflictos que lo atormentan.
Los obispos de la Asamblea sinodal os invitan a los cristianos de Norteamérica a responder con gozo a la llamada de la nueva evangelización, mientras admiramos como en vuestra joven historia vuestras comunidades cristianas han dado frutos generosos de fe, caridad y misión. También conviene reconocer que muchas de las expresiones de la cultura de vuestra sociedad están lejos del Evangelio. Se hace, pues, necesario una invitación a la conversión, de la que nace un compromiso que no os coloca fuera de vuestra cultura, sino que os llama a ofrecer a todos la luz de la fe y la fuerza de la vida. Mientras acogéis en vuestras generosas tierras a nueva población de inmigrantes y refugiados, estad dispuestos a abrir las puertas de vuestras casas a la fe. Fieles a los compromisos adquiridos en la Asamblea sinodal para América, sed solidarios con la América Latina en la permanente tarea de evangelización de vuestro continente.
El mismo sentimiento de gratitud dirige la Asamblea del Sínodo a las Iglesia de América Latina y el Caribe. Nos llama la atención en particular cómo se han desarrollado a través de los siglos en vuestro países formas de piedad popular fuertemente enraizadas en los corazones de tantos de vosotros, formas de servicio en la caridad y de diálogo con las culturas. Ahora, frente a los desafíos del presente, sobre todo la pobreza y la violencia, la Iglesia en Latinoamérica y en el Caribe os exhortamos a vivir en un estado permanente de misión, anunciando el Evangelio con esperanza y alegría, formando comunidades de verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo, mostrando con vuestro testimonio como el Evangelio es fuente de una sociedad justa y fraterna. También el pluralismo religioso interroga a vuestras Iglesias y les exige un renovado anuncio del Evangelio.
También a vosotros, cristianos de Asia sentimos la necesidad de dirigiros una palabra de fortalecimiento y exhortación. Vuestra presencia, a pesar de ser una pequeña minoría en el continente en el que viven casi dos tercios de la población mundial, es una semilla profunda, confiada a la fuerza del Espíritu, que crece en el diálogo con las diversas culturas, con las antiguas religiones y con tantos pobres. Aunque a veces está situada al margen de la vida social y en diversos lugares incluso perseguida, la Iglesia de Asia, con su fe fuerte, es una presencia preciosa del Evangelio de Cristo que anuncia justicia, vida y armonía. Cristianos de Asia, sentid la cercanía fraterna de los cristianos de los demás países del mundo, los cuales no pueden olvidar que en vuestro continente, en la Tierra Santa, nació, vivió, murió y resucitó el mismo Jesús.
Una palabra de reconocimiento y de esperanza queremos dirigir los obispos a las Iglesias del continente europeo, hoy en parte marcado por una fuerte secularización, a veces agresiva, y todavía hoy herido por los largos decenios de gobiernos marcados por ideologías enemigas de Dios y del hombre. Reconocemos vuestro pasado y también vuestro presente, en el cual el Evangelio ha creado en Europa certezas y experiencias de fe concretas y decisivas para la evangelización del mundo entero, muchas veces rebosantes de santidad: riqueza del pensamiento teológico, variedad de expresiones carismáticas, formas variadas al servicio de la caridad con los pobres, profundad experiencias contemplativas, creación de una cultura humanística que ha contribuido a dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción del bien común. Las dificultades del presentes no os pueden dejar abatidos, queridos cristianos europeos: éstas os deben desafiar a un anuncio más gozoso y vivo de Cristo y de su Evangelio de vida.
Los obispos de la Asamblea sinodal saludan, finalmente, a los pueblos de Oceanía, que viven bajo la protección de la Cruz del Sur, y les damos gracias por el testimonio del Evangelio de Jesús. Nuestra plegaria por vosotros es para que, como la mujer samaritana en el pozo, también vosotros sintáis viva la sed de una vida nueva y podáis escuchar la Palabra de Jesús que dice: “¡Si conocieras el don de Dios!” (Jn 4, 10). Comprometeos a predicar el Evangelio y a dar a conocer a Jesús en el mundo de hoy. Os exhortamos a encontrarlo en vuestra vida cotidiana, a escucharle y a descubrir, mediante la oración y la meditación, la gracia de poder decir: “Sabemos que este es verdaderamente el salvador del mundo” (Jn 4, 42).

14. La estrella de María ilumina el desierto
A punto de finalizar esta experiencia de comunión entre los obispos de todo el mundo y de colaboración con el ministerio del Sucesor de Pedro, sentimos resonar en nosotros el mandato de Jesús a sus discípulos: “Id y haced discípulos de todos los pueblo [...]. Sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). La misión esta vez no se dirige a un territorio en concreto, sino que sale al encuentro de la llagas más oscuras del corazón de nuestros contemporáneos, para llevarlos al encuentro con Jesús, el Viviente que se hace presente en nuestras comunidades.
Esta presencia llena de gozo nuestros corazones. Agradecidos por el don recibido de él en estos días le dirigimos nuestro canto de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor [...] Ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 46.49). Las palabras de María son también las nuestras: el Señor ha hecho realmente grandes cosas a través de los siglos por su Iglesia en los diversos rincones del mundo y nosotros lo alabamos, con la certeza de que no dejará de mirar nuestra pobreza para desplegar la potencia de su brazo incluso en nuestros días y sostenernos en el camino de la nueva evangelización.
La figura de María nos orienta en el camino. Este camino, como nos ha dicho Benedicto XVI, podrá parecer una ruta en el desierto; sabemos que tenemos que recorrerlo llevando con nosotros lo esencial: la cercanía de Jesús, la verdad de su Palabra, el pan eucarístico que nos alimenta, la fraternidad de la comunión eclesial y el impulso de la caridad. Es el agua del pozo la que hace florecer el desierto y como en la noche en el desierto las estrellas se hacen más brillantes, así en el cielo de nuestro camino resplandece con vigor la luz de María, estrella de la nueva evangelización a quien, confiados, nos encomendamos.
Ciudad del Vaticano, 26 de octubre de 2012

jueves, 25 de octubre de 2012

Papa anuncia un consistorio para el 24 de noviembre, nombrará 6 nuevos cardenales

 Papa anuncia un consistorio para el 24 de noviembre, nombrará 6 nuevos cardenales


24 de octubre, 2012. (Romereports.com) El Papa aprovechó la Audiencia General para anunciar que el próximo 24 de noviembre nombrará 6 nuevos cardenales. Además el Papa quiso explicar qué sentido tiene la fe en un mundo que se rige por los principios de la ciencia y la técnica y que sufre una crisis espiritual.

BENEDICTO XVI
“Con mucha alegría anuncio que el próximo 24 de noviembre tendrá lugar un Consistorio en el que nombraré a seis nuevos miembros del Colegio Cardenalicio”.

Los seis nuevos miembros del Colegio Cardenalicio proceden de Estados Unidos, Líbano, India, Nigeria, Colombia y Filipinas. Además de asesorar al Papa en algunos de los asuntos más relevantes de la Iglesia, los nuevos cardenales también podrían votar en un eventual cónclave.

Los cardenales tienen la tarea de ayudar al Sucesor de Pedro en el desarrollo de su ministerio de confirmar a los hermanos en la fe y de ser principio y fundamento de la unidad y de la comunión de la Iglesia.

Estos son los nombres de los nuevos Purpurados:
1. Mons. JAMES MICHAEL HARVEY, Prefecto de la Casa Pontificia, con el fin de nombrarlo Arcipreste de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros.
2. Su Beatitud BÉCHARA BOUTROS RAÏ, Patriarca de Antioquía de los Maronitas (Líbano);
3. Su Beatitud BASELIOS CLEEMIS THOTTUNKAL, Arzobispo Mayor de Trivandrum de los Siro-Malankareses (India);
4. Mons. JOHN OLORUNFEMI ONAIYEKAN, Arzobispo de Abuja (Nigeria);
5. Mons. RUBÉN SALAZAR GÓMEZ, Arzobispo de Bogotá (Colombia);
6. Mons. LUIS ANTONIO TAGLE, Arzobispo de Manila (Filipinas).
Los nuevos cardenales, como habéis escuchado, desarollan su ministerio de servicio de la Santa Sede o como padres y pastores de las iglesias particulares en las distintas partes del mundo.
Invito a todos a rezar por los nuevos elegidos, pidiendo la materna intercesión de la Beata Virgen María para que sepan siempre amar con fuerza y dedicación a Cristo y a su Iglesia.

Con motivo de la celebración del Año de la Fe, que comenzó el pasado 11 de octubre, el Papa   quiso explicar qué sentido tiene la fe en un mundo que se rige por los principios de la ciencia y la técnica y que sufre una crisis espiritual.

BENEDICTO XVI
“La fe es sobre todo un regalo divino que nos permite abrir el corazón y la mente al mundo de Dios. A través del bautismo nos hacemos miembros de la comunidad de la Iglesia”.

El Papa explicó que con el conocimiento científico y el mundo material no es suficiente para satisfacer la búsqueda espiritual del hombre.

BENEDICTO XVI
“La fe es un acto profundamente humano que compromete tanto a nuestra inteligencia, como a nuestra libertad. Cuando aceptamos la revelación de Dios, la vida y el mundo que nos rodean se transforman”.

Entre los asistentes se encontraba un grupo de Panamá a quien el Papa encomendó a la protección de Santa María La Antigua, patrona de Panamá.

“Los signos de los tiempos en la Aldea Global"


BIENAL TEOLÓGICA - UITCAM 

En el marco de la Bienal teológica de la UITCAM se presentó el panel sobe “los signos de los tiempos en la aldea global.”  Hubo tres perspectivas distintas, pero complementarias: una desde la sociología de las religiones, otra desde los movimientos ciudadanos emergentes, en particular aquellos que están trabajando por la paz y la justicia, y otra desde la ecología.
Abrió el panel Bernardo Barranco hablando de la complejidad del fenómeno religioso en México, de la disminución del catolicismo (10 puntos porcentuales en 40 años) y la proliferación de “nuevos movimientos religiosos”. Los rasgos distintivos de estos movimientos son: un componente “espiritual” con ciertos tintes fundamentalistas, arraigada actitud intransigente ante el mundo moderno, actitudes “salvacionistas”, líderes carismáticos y rigidez moral. Aunque existen grupos que han crecido exponencialmente (como los Testigos de Jehová) nos encontramos ante una diversificación creciente de panorama religioso.  Finalmente, respondiendo a la pregunta sobre nuestra responsabilidad como cristianos en esta transformación, afirmó que como Iglesia hemos abandonado al sector popular, hemos perdido creatividad pastoral, y descuidamos el diálogo catolicismo-cultura. Nos invitó a desburocratizar nuestras pastorales, a dialogar con los nuevos referentes religiosos de nuestra sociedad, y a tener un espíritu firme,  apertura de corazón y celo misionero.
Pietro Ameglio abrió su ponencia recordando las palabras que Dios dirigía a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” y nos ayudó a darles rostro y nombre a las víctimas y los líderes sociales que han sido asesinados;  nos recordó que estamos en “situación de guerra” y nos invitó a escuchar los gritos de amplios sectores de la población que dicen: ¡Ya basta! Nos conminó  a ser una Iglesia profética, actores en la construcción de la paz con el compromiso de vida y sumando fuerzas con los grupos y ciudadanos que forman, con su no violencia activa, la “reserva moral” de nuestro país. “Que la Iglesia haga todo lo posible contra la violencia, incuso colocando su cuerpo en el espacio público para decir no. ¡Alto a la mano que mata y desaparece!”
Finalmente, Narciso Barrera-Bassols, desde una novedosa e interesante perspectiva, nos ayudó a entender términos como “memoria bioculural” o “culturaleza”[1]. Nos hizo sentir la crisis sistémica que estamos enfrentando y el desgaste de nuestro “planta canceroso” por los abusos de una cultura moderna amnésica y depredadora de los recursos naturales. En la sabiduría de los pueblos tradicionales la subsistencia y el cuidado de la naturaleza iban de la mano, con referentes cognitivo-simbólicos muy importantes: la tierra es nuestra madre, es sagrada… Los guardianes de nuestra riqueza biocultural han sido siempre los más pobres, los pueblos tradicionales, las mujeres y los pueblos indios. Valoró la riqueza del “catolicismo popular” y la pastoral de muchos agentes comprometidos con los pueblos indios. Nos invitó a acompañar e impulsar los cientos de organizaciones campesinas e indígenas que están luchando por el respeto a su dignidad y a luchar contra los intereses de las mineras y las grandes trasnacionales que atentan contra la biodiversidad (habló en particular del maíz transgénico que entrará a nuestro país a partir del 1º de diciembre).
Carlos Ceballos, MSpS
Moderador   


[1] Víctor M. Toledo y Narciso Barrera-Bassols, La memoria biocultural. Icaria Editorial, Barcelona, 2008. Ver: http://www.ciesas.edu.mx/desacatos/35%20Indexado/resenas4.pdf

El estilo del evangelizador

El estilo del evangelizador



“Dar testimonio y a anunciar el mensaje cristiano conformándose a Jesucristo”: es este “el estilo del evangelizador” que indicó Benedicto XVI en la homilía de la misa celebrada en la plaza de San Pedro el domingo 21 de octubre por la mañana, al término del rito durante el cual fueron proclamados siete nuevos santos. Tres hombres y cuatro mujeres, religiosos y laicos, de los cinco continentes: modelos de santidad para una Iglesia que, con el Año de la fe, a los cincuenta años del Concilio Vaticano II, quiere renovar el anuncio del Evangelio a los hombres de su tiempo y busca, en tales modelos de vida, inspiración y apoyo. Una indicación importante a una semana de la conclusión del Sínodo sobre la nueva evangelización y en el día en que se celebra la Jornada misionera mundial.

En su homilía el Papa propuso los elementos más significativos de la vida de cada uno de los nuevos santos subrayando qué hace actual su testimonio de fe.

Casi queriendo poner el acento sobre la constante referencia a la santidad en muchas intervenciones de los padres sinodales estos días, el Pontífice recordó que en la Iglesia esta vocación universal “tiene siempre su fuente en el misterio de la Redención”. Por este motivo la canonización celebrada “constituye una elocuente confirmación de esta misteriosa realidad salvadora”. Y “esto vale tanto para la misión ad gentes como para la nueva evangelización en las regiones de antigua tradición cristiana”. Por lo demás, “estos nuevos santos, diferentes por origen, lengua, nación y condición social, están unidos con todo el Pueblo de Dios en el misterio de la salvación de Cristo, el Redentor”, recalcó.

Al final de la misa, el Pontífice rezó la oración del Ángelus con los fieles reunidos en la plaza, invitándoles a dirigirse a “quien es Reina de todos los santos, la Virgen María”.

Benedicto XVI  quiso además dirigir su pensamiento a Lourdes, que sufre un grave desbordamiento del Gave y la inundación de la gruta de las apariciones de la Virgen. Y refiriéndose a la celebración de la Jornada misionera mundial, encomendó a la materna protección de la Virgen “a los misioneros y misioneras, sacerdotes, religiosos y laicos que en toda parte del mundo esparcen la buena semilla del Evangelio”. Los nuevos santos —explicó— “nos introducen hoy en la semana misionera”; “de modo especial sostendremos espiritual y materialmente a quienes anuncian a Cristo en los distintos continentes”.

martes, 23 de octubre de 2012

Se presenta el primer borrador del mensaje del Sínodo


Se presenta el primer borrador del mensaje del Sínodo

2012-10-21 L’Osservatore Romano

Es por “un acto de transparencia” que los padres sinodales están focalizando el mensaje (nuntius) expresamente “dirigido al pueblo de Dios”, por lo tanto “a los evangelizadores a quienes también hay que evangelizar”. Presentó y leyó en el aula sinodal el primer borrador de texto, el sábado 20 de octubre por la mañana, el cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia y presidente de la Comisión para el mensaje. Se trata de un documento muy esperado e inmediato que, como explicó, permitirá “a nuestras comunidades tener una perspectiva orgánica de los temas tratados por la asamblea desde el punto de vista pastoral”. En espera de la exhortación apostólica post-sinodal del Pontífice.

Ilustrado sus formas y contenidos, el cardenal Betori recalcó el empeño de tener en cuenta todas las “articulaciones del pueblo de Dios” con el estilo de “alentar” y también de “alabar los esfuerzos” de cuantos están comprometidos en la misión de la evangelización.     El mensaje de este Sínodo tendrá, respecto a las asambleas precedentes, “la novedad de exhortaciones específicas dirigidas a los continentes”, pues “las situaciones son muy diversas”. Y es que la mirada unitaria del Sínodo no pierde de vista las situaciones particulares.

Orientado a evidenciar las líneas fundamentales sobre la nueva evangelización, tal como las están indicando estos días los padres sinodales, el texto definitivo del mensaje tendrá en consideración todas las intervenciones. El objetivo es sostener y orientar el anuncio y el testimonio evangélico en todos los contextos. La presentación y votación del mensaje se prevé en la mañana del viernes 26 de octubre.

No podemos hacer la Nueva Evangelización sin la ayuda del Espíritu Santo

Arzobispo de San Antonio, Texas: “No podemos hacer la Nueva Evangelización sin la ayuda del Espíritu Santo"

20 de octubre, 2012

(Romereports.com) Gustavo García-Siller, arzobispo de San Antonio, Texas,admite que los retos que afronta la Iglesia a veces pueden parecer sobrecogedores. Sin embargo, asegura que para reavivar la fe en Occidente no hay que reinventar el Evangelio. Durante el Sínodo ha dicho que no hacen falta nuevos programas o ideas, sino hacer lo mismo, pero con la ayuda del Espíritu Santo.   


MONS. GUSTAVO GARCIA-SILLER
Arzobispo de San Antonio, Texas (EE UU)

“El mensaje de fondo es el mismo, el encuentro es con el mismo Sr. Jesús. La vivencia de Iglesia, de comunidad. Nosotros no podemos solos, ni juntos. La obra es de Dios.”

Para la Nueva Evangelización, Gustavo García-Siller propone apostar por la familia y por la formación cristiana de los niños. El arzobispo de San Antonio está convencido de que la  evangelización comienza en la familia y en las parroquias.

MONS. GUSTAVO GARCIA-SILLER
Arzobispo de San Antonio, Texas (EE UU)

“Todos los que estamos en liderazgo, obispos, religiosos, laicos, necesitamos ser formados. Esta formación es lo que pide una catequesis de mayor calidad”.

De su país, le preocupa la amenaza contra la libertad religiosa que existe en EE.UU. Porque recuerda que los gobiernos no tienen derecho a ordenar dónde y cuándo se puede ejerce la fe.

MONS. GUSTAVO GARCIA-SILLER
Arzobispo de San Antonio, Texas (EE UU)

“Se dice, vívala en su cuarto, vívalo en el templo, en su corazón. Entonces no podemos ser fieles testigos de Jesús.”

El arzobispo García-Siller participa en Roma en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Durante esta reunión de tres semanas, cientos de obispos de todo el mundo intercambian ideas sobre cómo transmitir mejor la fe al mundo actual.

Los debates del sínodo de obispos sobre Nueva Evangelización

Cardenal Wuerl resume los debates del sínodo de obispos sobre Nueva Evangelización

18 de octubre de 2012. (ROMEREPORTS.com) El cardenal de Washington Donald Wuerl sintetizó los debates del sínodo en un interesante discurso en el que aporta “líneas de orientación” para continuar los debates de los grupos lingüísticos.

En el resumen afronta la “naturaleza de la Nueva Evangelización”; el “contexto actual del ministerio de la Iglesia”; las “respuestas pastorales a las circunstancias actuales” y los “agentes y participantes a la Nueva Evangelización”.   

TEXTO COMPLETO DEL RESUMEN DEL SÍNODO:  


Santo Padre,
Padres Sinodales, 
Hermanos y Hermanas en el Señor,

"Seréis mis testigos" (Hch 1, 68). 

El Sínodo sobre la Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe Cristiana empezó con la celebración de la Liturgia Eucarística en la Plaza de San Pedro. Nuestro Santo Padre nos ofreció su guía recordándonos que una de las ideas que aportó el Concilio Vaticano II, de gran importancia para la Nueva Evangelización, es el concepto de la llamada universal a la santidad y la manera en que todo cristiano es, por definición, protagonista en la tarea de evangelización. "Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Lumen gentium, 39-42)". 

Los santos son evangelizadores que llevan la Palabra de Dios al mundo a través del testimonio de sus vidas. Dos ejemplos de este eficaz trabajo de inculturación del Evangelio son San Juan de Ávila y Santa Hildegarda de Bingen, ambos declarados Doctores de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI al principio de este Sínodo. Al inicio de nuestras deliberaciones en esta Aula, el Santo Padre nos ofreció otras palabras que fueron de inspiración para nosotros. En su meditación durante la oración de apertura, el Papa Benedicto nos recordó que la confessio es el primero de los dos grandes pilares de la evangelización. Debemos saber y proclamar la verdad de Jesucristo. Pero el segundo de estos pilares es caritas, el amor. 

Sólo cuando vivimos la palabra inseparablemente del amor alcanzamos la evangelización tan deseada por este Sínodo. "La fe tiene un contenido: Dios se comunica, pero este Yo de Dios se muestra realmente en la figura de Jesús y está interpretado en la "confesión" que nos habla de su concepción virginal del Nacimiento, de la Pasión, de la Cruz, de la Resurrección" (Meditación, 8 de octubre de 2012). 

 También el 11 de octubre, en la celebración que proclamaba el inicio del Año de la Fe y recordaba el quincuagenario aniversario del comienzo del Concilio, el Santo Padre indicó otra importante dirección para nuestra labor: "Durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible" (Homilía, 11 de octubre de 2012). Durante las últimas semanas hemos escuchado con atención las reflexiones sobre el significado de la Nueva Evangelización y cómo la Iglesia debe afrontar las preocupaciones que han llevado al Santo Padre a realizar esta llamada para una Nueva Evangelización. Las ponderadas intervenciones de los Padres Sinodales, como también de los Oyentes, los Delegados Fraternos y los Invitados Especiales, han enriquecido nuestras sesiones. El Ordo Synodi Episcoporum establece que es tarea del Relator General redactar una Relatio post disceptationem que resuma de la mejor manera posible los debates, para que la siguiente etapa del proceso pueda seguir adelante. 

Las siguientes reflexiones quieren ser de ayuda al debate en los grupos lingüísticos (circoli minori) mientras preparan las propuestas que se presentarán al Santo Padre como conclusión de nuestro trabajo. Con estas observaciones incluyo también un número de puntos para su desarrollo. 

En esta relatio resumiré algunas de las observaciones presentadas en los siguientes puntos: 
1. La naturaleza de la Nueva Evangelización; 
2. El contexto actual del ministerio de la Iglesia; 
3. Las respuestas pastorales a las circunstancias actuales y 
 4. Agentes y participantes a la Nueva Evangelización.


1. La naturaleza de la Nueva Evangelización 

De los debates sinodales ha emergido de manera muy clara que el fundamento de la Nueva Evangelización para la Transmisión de la Fe es, sobre todo, la acción de la Santísima Trinidad en la historia. Dios Padre envía a Su Hijo, el cual trae consigo la auténtica Buena Nueva de quién somos en la potencia del Espíritu Santo. 

La Iglesia participa en este movimiento de Divina Autorevelación que empieza con la Beata Virgen María cuando ésta, por la acción del Espíritu Santo, recibe en su vientre la Palabra de Dios que se encarna en ella para poder así donarse al mundo entero. Es la Palabra encarnada la que ofrece sus palabras de vida eterna a aquellos que tienen fe en él. Tras su muerte y Resurrección, Jesús envió a la Iglesia, su Esposa y nuevo Cuerpo, al mundo para que continuara su misión evangelizadora. "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). 

Jesús nos ha liberado del poder del pecado y nos ha salvado de la muerte. La Iglesia recibe de su Señor no solo la extraordinaria gracia que él ganó para ella, sino también el mandamiento de compartir y dar a conocer su victoria. Estamos llamados a transmitir fielmente el Evangelio de Jesucristo al mundo. La misión principal de la Iglesia es la evangelización. En su reflexión de apertura, nuestro Santo Padre nos recordó que la Iglesia ha tomado la palabra "evangelium" y la ha interpretado de una manera nueva y vivificante para que al proclamarla participemos en el ministerio profético de los apóstoles, de la Iglesia. 

En la misma reflexión, nuestro Santo Padre subrayó la primacía de Dios en la evangelización. Dios es quien habla y actúa en la historia. Nosotros, gracias al fuego del Espíritu Santo, estamos llamados a trabajar humildemente con Dios a través de nuestra profesión de fe y amor, por medio de la cual la Palabra de Dios nos atraviesa para llegar a los otros. La Iglesia no se cansa nunca de anunciar el don que ha recibido del Señor. El Concilio Vaticano II nos recuerda que la evangelización es el verdadero corazón de la Iglesia. En Lumen Gentium, texto fundamental y núcleo de la reflexiones conciliares sobre la vida de la Iglesia, los Padres Conciliares pusieron el énfasis en que "este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra" (17). El deber de anunciar la verdad salvífica no es solo responsabilidad del clero y los religiosos. Al contrario, este sínodo ha resaltado el importante papel de cada discípulo de Cristo en la misión de transmitir la fe. El debate ha acentuado esta participación crucial y vital de todo católico a la misión evangelizadora, sobre todo mediante la participación solícita y los dones de los fieles laicos. Pregunta 1. A través del bautismo, todos los cristianos reciben una llamada personal que les otorga la dignidad de ser evangelizadores. ¿Cómo puede la Iglesia fomentar en los bautizados una mayor conciencia acerca de su responsabilidad misionera y evangelizadora? "Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos" (Heb 13, 8) y como tal, él hace "nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5). 

Esta Buena Nueva incluye muchos momentos de evangelización. Uno de ellos es la misión ad gentes, es decir, el anuncio del Evangelio a aquellos que nunca han oído hablar de Jesucristo. Otro momento de la evangelización es la catequesis continua y el crecimiento de la fe, que normalmente forman parte del desarrollo cristiano. Y también está la Nueva Evangelización, que implica salir al encuentro de aquellos que, habiendo oído hablar de Cristo habían empezado a practicar la fe, pero por alguna u otra razón la abandonaron. 

Pregunta 2. Una actividad urgente, que normalmente forma parte de la vida parroquial, incluye el primer anuncio de la fe y su desarrollo gradual. ¿Cómo puede la comunidad cristiana ser cada vez más consciente de la importancia de esta actividad catequística y educativa? 


2. El contexto actual del ministerio de la Iglesia 

Cuando empezaron nuestros debates, nos ayudaron mucho las reflexiones de los obispos que representaban a los cinco continentes quienes nos hablaron tanto de los desafíos como de la comunión de la Iglesia. Todas las intervenciones expresaron aspectos de la situación actual, haciendo referencia a los documentos sinodales de cada continente y a las exhortaciones apostólicas ofrecidas por ambos, el Beato Juan Pablo II y nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI. 

Aun siendo diferentes en los detalles, todos los continentes han manifestado la necesidad de una Nueva Evangelización en la medida en que sus propias culturas están siendo afectadas por el proceso de secularización, aunque de manera distinta según las áreas geográficas. Entre los signos de la Nueva Evangelización en África, América, Asia, Oceanía y Europa se incluyen las pequeñas comunidades cristianas en una gran variedad de formas, pues se han convertido en centros vivos de evangelización. La revitalización de las parroquias sigue siendo el centro de la renovación de la Iglesia. 

La acción del laicado es un desarrollo esencial y fecundo. Algunos han destacado también la fuerte tendencia a la globalización y sus efectos, especialmente sobre los jóvenes. Al mismo tiempo, todos han insistido en que el corazón de la Nueva Evangelización es Jesús. Una situación particularmente delicada surgió en las intervenciones sobre Oriente Medio. Se recordó la importancia de la presencia de los cristianos en esa zona y que los católicos han agradecido mucho la reciente exhortación Ecclesia in Medio Oriente y, sobre todo, la visita de nuestro Santo Padre a Líbano, que fue un testimonio muy apreciado por la Iglesia en esa parte del mundo dominada por la influencia musulmana. Se hizo también un esfuerzo evidente para promover el diálogo interreligioso como instrumento de paz. Se reconocieron también las dificultades a las que se tienen que enfrentar las comunidades cristianas. La presencia del Patriarca Ecuménico, Bartolomé I; del Arzobispo de Canterbury, Dr. Rowan Williams y de los Delegados Fraternos, demostró el fuerte compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. 

Esto fue también destacado por numerosos Padres Sinodales. Pregunta 3. Muchas intervenciones dejaron claro que hay un consenso sobre el hecho de que éste es un momento de revaluación del ministerio de la Iglesia para que reconozca la nueva situación en la que ejerce su ministerio perenne de llevar el Evangelio de Cristo al mundo. ¿Cuáles han sido algunas de las experiencias fecundas de esta actividad? 

Muchos Padres hablaron del secularismo y de la indiferencia hacia la religión como parte de la cultura en muchos lugares del mundo. Por esta razón, la Iglesia debe enfrentarse al reto de un mundo que busca en otros lugares su fuente de inspiración. Muchas intervenciones señalaron la gran ignorancia que existe acerca de la fe - incluso de sus elementos más básicos -, prevalente incluso en países con una larga historia cristiana. Pregunta 4. Frente a la disminución del conocimiento sobre el contenido de la fe y la falta de apreciación del mensaje evangélico, ¿qué nuevas iniciativas se han tomado para promover una formación clara, atractiva y completa, especialmente para los jóvenes? La globalización presenta algunos desafíos únicos. La emigración e inmigración de un gran número de personas ha causado su separación del contexto cultural, social y religioso de su fe. 

Muchos valores religiosos y humanos han sido eclipsados por el secularismo. Una gran parte de la cultura hodierna presenta una visión que debilita el tejido social de la sociedad. Algunos Padres han ofrecido ejemplos de violencia local, y otros han hablado de una disminución de la libertad religiosa. Todo esto constituye un desafío al que la Iglesia debe enfrentarse en muchas partes del mundo. Muchos Padres han hablado de la importancia de los medios de comunicación, especialmente de los nuevos medios electrónicos, mientras la Iglesia intenta llevar adelante su ministerio de anunciar la Buena Nueva. 

Algunos indicaron que no es suficiente presentar el cristianismo y los valores cristianos por internet o en películas religiosas. Es necesario entrar en el lenguaje de los nuevos medios de comunicación. La Iglesia necesita aprender el arte de la comunicación partiendo de la práctica real de la comunicación social moderna. Pregunta 5. El Sínodo ha destacado la seriedad de los desafíos a los que se enfrenta la Iglesia hoy y que entorpecen la transmisión de la fe, entre ellos la ausencia de lo transcendente en una cultura secularizada. ¿Cuáles son algunos de los retos de la secularización y cuáles son algunos de los potenciales remedios existentes? 


3. Las respuestas pastorales a las circunstancias actuales 

Es necesario reforzar la idea de comunión eclesial, un vínculo con Dios y, por tanto, entre nosotros como Iglesia. Se ha corroborado la necesidad de recurrir los sacramentos, en especial a los Sacramentos de Iniciación, al Sacramento de la Penitencia y, sobre todo, de poner en el centro la Eucaristía. La necesidad primordial de nuestro tiempo es la renovación espiritual, que la Iglesia debe proclamar y efectuar. 

La renovación espiritual es el elemento más importante de la Nueva Evangelización en la medida en que implica la renovación del encuentro personal con Jesucristo y una catequesis que fomente nuestro crecimiento espiritual. Pregunta 6. La proclamación del Evangelio es, ante todo, una cuestión espiritual radicada en una relación personal con Jesucristo a través de la Iglesia. ¿Cómo puede la Iglesia crear espacios y momentos de encuentro con Cristo y mejorar la renovación espiritual, la conversión y la formación a la fe de los bautizados? Nuestra participación personal no se basa solo en nuestra determinación personal. La Primera Epístola de San Pedro nos lo recuerda: "Pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la palabra de Dios viva y permanente" (1 P 1, 23). 

El Espíritu Santo vivifica nuestro compromiso mientras intentamos descubrir de nuevo las verdades expresadas en el credo. El Espíritu nos fortalece mientras nos encomendamos a la vida de gracia y virtud prometida en los sacramentos. El Espíritu fortalece nuestra confianza mientras abrimos la profundidad de nuestro corazón para que sus dones reafirmen nuestra fe. La Nueva Evangelización debe inundar la sociedad en la que vivimos. La cultura es el ámbito de la Nueva Evangelización. La cultura hace referencia al etos diario, a las distintas redes de comprensión y significado que dan lugar a muchas conexiones diarias entre la persona, la comunidad y la sociedad. La cultura es el vínculo vital que relaciona a la persona con la comunidad y a la comunidad con la sociedad. En este sentido, se destacó la oportunidad de promocionar el "Atrio de los Gentiles" como una gran contribución a la evangelización de la cultura. 

Otros han vuelto a recordar al Sínodo que el cuidado de los enfermos y de los que sufren es parte de la verdadera esencia de la evangelización. Los enfermos, las personas con minusvalías o necesitadas de cuidados especiales pueden ser también agentes de evangelización. Se volvió a insistir sobre la necesidad de destacar el papel de la Iglesia como verdadera presencia de Cristo en el mundo hodierno. 

La Iglesia no es ajena al plan salvífico de Cristo. Un número de obispos habló de la necesidad de reforzar el papel del Magisterio de la Iglesia en relación con los que están comprometidos con la enseñanza de la fe, ya sea a nivel de especulación teológica o enseñando a nivel de estudios primarios, secundarios o superiores, y en todas las expresiones de la catequesis. Pregunta 7. La vida cristiana se caracteriza por la transformación de toda la persona en respuesta a la llamada a la santidad. 

¿Cómo puede ayudar la Iglesia a todos los bautizados para que vivan la fe cristiana y sean testigos del poder transformador de Dios en nuestra historia? Entre las respuestas pastorales que recibieron más atención podemos mencionar el trabajo por la justicia social y la caridad como identificación de la vida y el ministerio de la Iglesia. La capacidad de la Iglesia para llevar adelante sus numerosas obras de amor, ya sea en el área de la justicia social, el servicio, la sanidad o la educación, fue vista como parte de su identidad y un signo para los otros, para que reconozcan la presencia activa de Dios en nuestro mundo. Pregunta 8. Ser testimonio de la caridad de Cristo, a través de las obras de justicia, paz y desarrollo, es parte de la Nueva Evangelización. ¿Cómo puede la rica doctrina social de la Iglesia anunciar y testimoniar mejor la fe? Muchos Padres Sinodales han hecho un llamamiento para un nuevo Pentecostés. Ven la acción de la Iglesia hoy, vivificada por el Espíritu Santo, como un reflejo de la energía de la Iglesia primitiva, cuando los apóstoles empezaron a traer los primeros discípulos al Señor. 

Muchos de los Padres hablaron de la similitud entre esos primeros días de la Iglesia y nuestro momento actual. En este contexto, se sugirió que debería haber una consagración formal del mundo al Espíritu Santo. Las parroquias en el conjunto de toda la Iglesia son el lugar reconocido donde se desarrolla la mayor parte de la vida de la Iglesia. Se ha destacado varias veces la importancia de las parroquias en el desarrollo de la Nueva Evangelización, pues ellas son el "locus" donde tiene lugar una buena parte de la experiencia de la gente con la Iglesia. Al mismo tiempo, se afirmó la importancia de las pequeñas comunidades de fe como lugares fundamentales para el trabajo de la Iglesia hoy, para hacer efectivo un nuevo Pentecostés. 

Varios Padres Sinodales insistieron en que estas pequeñas comunidades no deberían estar separadas de la más amplia familia parroquial. Cada pastor tiene que ser capaz de trabajar con toda la gente confiada a su cuidado, sin limitarse sólo a una parte de ella. Pregunta 9. Las parroquias y las pequeñas comunidades cristianas ocupan un puesto clave en la Nueva Evangelización. ¿Cómo pueden la parroquia y estas pequeñas comunidades de fe fomentar aún más y coordinar las iniciativas pastorales para la Nueva Evangelización? 

En la vida diaria, ¿cómo pueden convertirse en momentos de Nueva Evangelización las prácticas pastorales habituales de estas pequeñas comunidades cristianas? Hemos oído hablar de educación a la fe como punto de partida para la renovación o el refuerzo de la Nueva Evangelización, la reintroducción del mundo a Jesucristo. Algunos padres destacaron el elemento educativo, especialmente para los jóvenes, como constitutivo de la Nueva Evangelización, y nuestra manera de proyectarnos hacia el futuro para devolver a la gente a la experiencia de Cristo. 

Los Padres Sinodales subrayaron la necesidad de encontrar modelos prácticos y concretos para ofrecer a la gente joven una adecuada educación a la fe. Es particularmente evidente que estos momentos deben incluir la instrucción de los niños y adolescentes. Pregunta 10. Desde la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, se han hecho muchos progresos en la renovación catequística. ¿Cómo puede la Iglesia diseñar un programa de catequesis que sea a la vez básico, completo e inspirador en la búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza? Los jóvenes son el futuro de la Iglesia. ¿Cómo puede la Iglesia educarlos y catequizarlos mejor a la grandeza de una relación con Jesucristo a través de la Iglesia, desafiándolos a consagrar su vida plenamente a Él? 

En esta perspectiva, algunos insistieron acerca de la necesidad de poner un mayor énfasis en el ministerio de la catequesis. Los catequistas pueden ser de gran ayuda para la Nueva Evangelización, especialmente en el contexto de las familias, pues son ellos quienes transmiten su fe a los niños. 

Pregunta 11. Los catequistas tienen un papel crucial en la transmisión de la fe. ¿Ha llegado la hora de dar a los catequistas un ministerio institucional y estable dentro de la Iglesia? ¿Cómo puede la Iglesia mejorar su ayuda a los catequistas en su importante ministerio? Los Padres Sinodales hablaron sobre la necesidad de reclamar la tradición kerigmática católica para transmitir la Palabra de Dios con audacia, a tiempo y fuera de tiempo, para reclamar la voz profética de la Iglesia, para discernir el signo de los tiempos que llama a la Nueva Evangelización y para participar en la proclamación y la experiencia de una respuesta católica a estos signos de los tiempos. 

En la misma perspectiva, algunos Padres Sinodales destacaron la importancia de la piedad popular como expresión de fe del pueblo de Dios. Hubo un considerable consenso sobre el valor de las peregrinaciones, especialmente a santuarios Marianos. Este fenómeno ofrece una gran posibilidad de evangelización. Por ultimo, se ha reconocido que la Nueva Evangelización no es un programa del momento, sino un modo de mirar al futuro de la Iglesia, para comprometernos todos en la invitación, dirigida primero a nosotros mismos, de renovación de la fe, y después a todos aquellos que nos rodean, en la aceptación gozosa de la vida en Cristo Resucitado.


4. Agentes y participantes en la Nueva Evangelización 

Se prestó atención al papel de la familia, pues ésta representa el instrumento a través del cual la fe se transmite, incluso en las situaciones más difíciles. Se debe promover la vida familiar, sobre todo hoy, cuando sufre tanto bajo la presión de la nueva visión secularizada de la realidad. 

Pregunta 12. Como Iglesia doméstica, la familia es indispensable no solo para la transmisión de la fe, sino también para la formación de la persona humana. ¿Cómo puede la Iglesia mejorar su apoyo y guía a la familia en su crucial ministerio de proclamación del Evangelio, para que tenga además un papel más activo en la transmisión de la fe y los valores humanos? El Sínodo habló también sobre el papel fundamental de las mujeres en la vida de la Iglesia y, en especial, el lugar de la madre en la familia para la transmisión de la fe. 

Un impulso pastoral sistemático y coherente requiere una formación continua y permanente de los sacerdotes, en la comprensión de la proclamación gozosa del Evangelio en una época en que hay poca formación sobre el misterio de Cristo. Quienes se están preparando para el sacerdocio tienen que ser formados para entender la singularidad de su ministerio y su relación con la evangelización. 

También deben ser formados en el reconocimiento que consagrarán sus vidas al servicio de la Iglesia como sacerdotes célibes. Pregunta 13. El sacerdote ocupa un lugar único en la evangelización y la transmisión de la fe. ¿Cómo puede la Iglesia promover un mandato imperativo misionero en el ministerio del sacerdocio? Muchos han destacado el papel del laicado en la labor de la Nueva Evangelización. 

A todos los niveles, ya sean en las áreas profesionales de la educación, la política, las empresas o en todas las áreas de compromiso de los laicos, es tarea de todo católico invitar a la gente a volver a la práctica de la fe. Esto se hace de palabra, pero también y principalmente con hechos, acciones y con nuestro modo de vida. Pregunta 14. El laicado es indispensable para la Nueva Evangelización. ¿Cómo puede la Iglesia integrar de manera más completa al laicado en la organización de la Iglesia local, para que los laicos, hombres y mujeres, participen con el sacerdote en la evangelización de la comunidad? 

Algunas intervenciones destacaron también el fenómeno migratorio, tan extendido actualmente. A menudo, cuando los católicos llegan a nuevos ambientes dejan de practicar su fe. Darles la bienvenida y acogerles en la comunidad puede ser una forma de Nueva Evangelización. La importancia de María, Madre de la Iglesia y de la Nueva Evangelización como modelo y patrona de nuestros esfuerzos surgió en varias intervenciones. 

Su fe nos empuja a responder del mismo modo. Fue por razón de su fe que la Palabra de Dios entró en nuestro mundo. Imitando a María, por medio de nuestra fe y testimonio en la vida del Espíritu, podemos provocar un cambio en el mundo en que vivimos. Nuestro trabajo ahora consistirá en determinar las propuestas que guiarán los esfuerzos de este Sínodo y que serán presentadas al Santo Padre como marco de referencia para su reflexión. 

Por esta razón, parece lo más adecuado enumerar una serie de puntos: 

1. La intervención gratuita en nuestra vida del amor de Dios se expresa de distintas maneras, pero en última instancia y de forma plena en su Palabra encarnada, Jesucristo; 

2. El don del Espíritu Santo ilumina nuestras mentes y fortalece nuestros corazones para aceptar la Palabra de Dios y vivir según ella; 

3. Cristo es el sujeto de nuestra fe y el encuentro personal con él nos invita a ser sus discípulos; 

4. Encontramos a Cristo en y a través de su Iglesia, su nuevo Cuerpo; 

5. Cristo y su Evangelio están en el corazón de la proclamación de la Iglesia; 

6. Todos los fieles, laicos, religiosos y clero están llamados a abrirse a un nuevo Pentecostés en sus vidas; 

7. Transmitir el contenido de la fe, el credo, es tarea de todos, pero especialmente de las familias, las parroquias y las pequeñas comunidades; 

8. La parroquia es el lugar donde la mayoría experimenta la vida de la Iglesia; 

9. Algunos temas de la Nueva Evangelización incluyen la familia, el matrimonio, la formación de la fe, la libertad religiosa, la atención a los pobres y el papel del laicado y 

10. Deben mencionarse algunas expresiones prácticas de la labor evangelizadora de la Iglesia que parecen haber tenido éxito. 


Conclusión 

El crecimiento de la semilla necesita tiempo. La acción intencional y deliberada de un impulso diligente y sólido hacia los católicos inactivos a nivel personal plantará nuevas semillas, mientras renovamos nuestros esfuerzos para proclamar la Palabra de Dios y la transmitimos de nuevo a cuantos se han alejado de la Iglesia. 

El Sembrador nos confió las semillas. Ya conocemos nuestras dificultades, las tensiones, nuestra angustia, nuestros pecados y debilidades humanas. Sin embargo, él nos llama y coloca las semillas en nuestras manos y las confía a nuestro gobierno. 

La semilla es el principio de la fecundidad. Plantar la semilla nos llama a vivir la Palabra de Dios y a compartirla con alegría. Que María, Estrella de la Nueva Evangelización y ejemplo para cada discípulo, misionero y evangelizador, interceda por nosotros para que el trabajo de este Sínodo dé frutos abundantes para la gloria de Dios y la salvación de todos los hombres y mujeres. 

Gracias.

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