lunes, 11 de marzo de 2013

Silencio en la Capilla Sixtina, pero agitación en la red

Entrevista con el padre Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, experto en nuevas tecnologías y autor del afortunado blog Cyberteologia 

Luca Rolandi Roma

Entre la renuncia del papa y el cónclave, la Iglesia es el centro de atención del mundo, también a través de la red La Iglesia está en la red desde hace bastante tiempo, y la dinámica de la web se ha introducido en la institución eclesiástica. Fue Juan Pablo II quien quiso tirar redes en el gran mar de Internet. Si Benedicto XVI fue elegido a principios del gran desarrollo de las redes sociales, ocho años después nos encontramos en la época ya no solo de la mera transmisión de un mensaje, sino de la interacción y de la compartición. El modelo «broadcasting» ya casi ha desaparecido y hoy la comunicación es bidireccional y va de arriba para abajo o de abajo para arriba.
El pontificado de Benedicto XVI ha encarado estos temas ampliamente y basta releer los últimos cinco mensajes dedicados a la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales para comprender cómo la Iglesia ha aceptado el desafío. En una de sus últimas intervenciones, el papa Ratzinger en la última plenaria del Pontificio Consejo para las Comunicaciones dijo que «en la red se están desarrollando metáforas para vivir el discurso de la fe, para hablar de la fe del Evangelio». En este sentido, el valor de la presencia del papa en Twitter es un símbolo eficaz. Así como León XIII dio la bendición a través de la película de los hermanos Lumière y Pío XII impartió su mensaje a través de micrófonos de la Radio Vaticana —en ese entonces un acontecimiento extraordinario—, Benedicto XVI no podía no pronunciarse sobre los nuevos instrumentos de comunicación, que son un ambiente en el cual la interacción es posible gracias a los comentarios y a la compartición.

Twitter y el mensaje cristiano: ¿una relación feliz?
Twitter es un instrumento que se puede combinar eficazmente con el misal o con el libro de meditaciones. El hombre moderno distraído, atareado y angustiado tiene necesidad de mensajes que sean un concentrado de sabiduría, que puedan alcanzarlo como si fueran agujas, con mensajes tajantes, precisos, que puedan conmoverlo provocando profundas reflexiones para su interioridad, ayudándolo a reflexionar. En el fondo, el mensaje breve y rítmico de Twitter se combina muy bien con los versos bíblicos, las antífonas, los salmos y las jaculatorias. Es cierto que el ambiente virtual puede llevar al aislamiento y ser alienante. Pero si ahondamos un poco vemos que esta realidad ha pasado a ser común en la vida humana, y es una de las ágoras donde hoy vive el hombre.

Cómo interpreta la Iglesia esta era digital
A fin de cuentas, el diálogo en el ambiente digital, lo dice una vez más Benedicto XVI, se convierte en instrumento para el encuentro también en la vida física. Hoy la red es vivida como un lugar donde las personas logran superar los límites del espacio y del tiempo y, por lo tanto, pensar juntas. Esta realidad tendrá un impacto muy interesante también en el estudio teológico. En una época se hablaba de las «otras» teologías, entendiéndolas como reservas, con respecto a la doctrina. Hoy la red no anula las dimensiones locales, sino que las une. Hoy no existen solo las teologías india, latinoamericana, africana, sino que todas se pueden confrontar en una síntesis que la red puede valorizar, llevando a nuevos puertos. Existe un amplio debate teológico en el que caen las barreras. Esta actitud global está creando espacios en los que la gente, además de la red, en la vida off line, podrá retomar una actitud de diálogo y de construcción conjunta del futuro. Existen algunas contradicciones. Por un lado, la red cierra y aísla; por el otro, ofrece la posibilidad de colaboraciones que serían imposibles de otro modo. En esta dimensión, la Iglesia tiene una vocación de favorecer todo lo que favorece la relación, la compartición, en una palabra, la comunión.

Estamos a punto de vivir el primer cónclave «social»
Algunos cardenales están presentes en Twitter y utilizan las redes sociales habitualmente. Es preciso no pensar que el ambiente digital tiene reglas diferentes de las del mundo real físico, porque ya forma parte de este. Con el fin de garantizar la libertad, la reserva y la sinceridad de la confrontación, habrá un gran silencio en el cónclave. Nadie podrá comunicarse con el exterior, ni con la voz, ni con la palabra, ni con la escritura. Así como no se comunica con el exterior físicamente, no se comunicará tampoco digitalmente. El criterio es el de la coherencia. Naturalmente, afuera del cónclave se ha instaurado —y se asentará aún más en los próximos días, cuando los cardenales entren a la Capilla Sixtina— un debate que espero que sea no tanto sobre los nombres sino sobre los desafíos de la Iglesia del futuro, que se ve llamada a enfrentar los rápidos cambios de la sociedad. El último gran legado de Benedicto XVI.

¿Cuánto durará el cónclave?
La duración del cónclave no dependerá de la red. Imaginar que tendrá un desarrollo prolongado podría hacer pensar en un debate encendido y una incapacidad de decisión por parte de los cardenales. Separaría a los cardenales de las lógicas que estarán fuera de la Capilla Sixtina. Pienso que no se verán demasiado influenciados por estas lógicas, que existen, porque lo que está en juego es demasiado importante para permanecer vinculados excesivamente a estas dinámicas. Lo que me parece obvio es que habrá una gran discusión y también un sentido de presión, que los cardenales no advertirán porque estarán, a pesar de todo, aislados del mundo.

El perfil del nuevo papa
Los nombres no son más que símbolos; en realidad, muchos cardenales no son conocidos por la gente. En el fondo, se dan nombres porque representan instancias y tensiones y perspectivas dentro de la Iglesia. Pienso que el próximo papa deberá ser, naturalmente, una persona muy consciente de la tradición de la Iglesia, y también de la diferencia, como ha dicho el cardenal Schonborn, entre la tradición y las cosas tradicionales. Una persona que tenga el vigor en el alma y en el cuerpo, valiente según las indicaciones de Benedicto XVI, capaz de comprender el mundo actual. Ciertamente, deberá estar abierto al mundo, por la universalidad de la misión pedrina, con la mirada hacia el futuro, porque tendencialmente su ministerio dura toda la vida.

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